Los hombres con energía femenina existen y no son malos, al contrario, pueden ser el gran balance si ustedes como mujeres tienen energía masculina. Tomen nota.
Vivimos en la era del multitasking emocional: muchas somos jefas en el trabajo, mamás en casa, líderes en la relación y terapeutas de amigas. Y en medio de tanto caos, un día nos damos cuenta: hay hombres con energía femenina y parecen estar más en contacto con eso que nosotras mismas.
Y no, no hablamos de si se hace faciales o si llora con películas. Hablamos de actitudes sutiles pero profundas: de cómo se vincula, de cómo participa (o no) en la vida compartida, de si asume responsabilidades o se limita a “fluir” como quien se sube al coche pero no toca el volante.
¿Nueva masculinidad… o evasión disfrazada de deconstrucción?
Hay una gran diferencia entre una persona emocionalmente disponible (¡qué necesario!) y una que simplemente ha soltado toda iniciativa y espera que otra persona tome las riendas de todo.
Porque sí, es valioso sentir, hablar, vulnerarse… pero también lo es estar presente, accionar, comprometerse, construir. ¿Cuántas veces han escuchado un “lo que tú digas” que no suena a respeto, sino a desinterés? ¿Cuántas están con alguien que dice “hay que fluir” como excusa para evitar decisiones reales?
Cuando nos convertimos en brújula, mapa y gasolina
Es más común de lo que se cree: una hace malabares para que todo funcione, y la otra persona… “acompaña”. No molesta, pero tampoco impulsa. No marca rumbo, solo sigue la corriente.
Y cuando una se mantiene demasiado tiempo en modo resolutivo, puede terminar sintiéndose más como la adulta responsable de la relación que como parte de un equipo. Y eso, seamos honestas, desgasta cañón.
Hombres con energía femenina… ¿o ausencia de responsabilidad emocional?
La energía femenina es maravillosa. En todos, en todas. Pero cuando se convierte en pasividad crónica, cuando no hay iniciativa ni presencia real, algo se desequilibra.
¿Sus parejas evitan tomar decisiones importantes? ¿Postergan conversaciones serias? ¿Les incomoda hablar del futuro? ¿No muestran iniciativa ni emocional ni práctica? Tal vez están con alguien que no está realmente conectado con el vínculo, ni consigo mismo.
Cuidado con el “zen” que anestesia
Muchas veces confundimos evasión con calma. Nos dicen “no quiero discutir”, “yo estoy bien con todo”, “lo que decidas tú está bien”… y parece paz, pero se siente como ausencia.
La desconexión también puede venir disfrazada de espiritualidad, de “deconstrucción”, de frases bonitas. Pero si del otro lado no hay implicación, dirección, ni compromiso real, entonces lo que hay es desentendimiento. Se tenía que decir y se dijo.
¿Y si también es un patrón compartido?
Plot twist: tal vez nosotras también hemos contribuido. En las relaciones la responsabilidad es compartida. Hemos tomado tantas decisiones, cubierto tantos frentes, adelantado tantas necesidades… que dejamos sin espacio para que la otra persona se haga cargo de algo.
No es culpa, es conciencia. Porque claro que cansa ser la que siempre resuelve. Pero también hay que preguntarse: ¿estamos dejando lugar para que nos acompañen de verdad? ¿O ya dimos por hecho que no se puede contar con nadie más?
Queremos compañeros, no espectadores
Lo que buscamos es alguien que esté ahí presente, involucrado, despierto. Que no se retire emocionalmente cuando se complica, que no nos deje cargando con todo. Alguien que quiera construir con nosotras, y no solo el “lo que tú quieras, amor”.
No se trata de que “nos sostengan” “salven” (Sí, Disney, estamos hablando de ti) sino de que haya equilibrio, reciprocidad y presencia activa. Eso sí es energía madura, sin importar si es femenina, masculina o neutra.
¿Y ahora qué hacemos con esto?
Primero: sin culpas. Este desequilibrio es social, cultural, aprendido. Pero también se puede revisar, hablar y cambiar.
Merecemos relaciones donde podamos descansar un poco del control, soltar el volante a ratos, confiar. Pero eso solo pasa si del otro lado hay alguien disponible para tomarlo, con ganas reales de sumar.
Y si no hay voluntad, si no hay conexión, si solo hay evasión… entonces toca hacerse la pregunta incómoda: ¿Estoy con alguien que me acompaña… o con alguien que solo está ahí?.