Muchos crecimos con los cuentos de Disney o las telenovelas y pensamos que el amor lo resuelve todo, pero no es del todo cierto. Sigan leyendo.
A ver, lo decimos con todo el cariño del mundo: si ustedes siguen creyendo que el amor resuelve todo, probablemente también creen que la planta del baño se riega sola o que ese mensaje sin responder de hace tres días se va a contestar por arte de magia. Y pues no.
Nos han vendido la idea de que el amor lo puede todo. Y sí, suena bien bonito. Nos encantaría decirles que con quererse basta, que con mirarse como en comercial de chocolates suizo van a superar diferencias, malentendidos, cambios de vida, traumas infantiles y crisis existenciales. Pero, ¿saben qué? Ni el amor es tan poderoso, ni nosotros tan ingenuos (bueno, a veces sí, pero ya estamos aprendiendo).
¿El amor resuelve todo? … Les tenemos noticias
Estas son algunas señales de que el amor no resuelve todo y es que el amor adulto es más complejo del que nos han hecho creer y eso es bueno y malo a la vez.
Amor sin comunicación es como Wi-Fi sin señal: técnicamente existe, pero no sirve para nada.
Podrán amarse con locura, pasión y toda la poesía que quieran, pero si no saben hablarse sin gritar, sin pasivo-agresividad, sin esos silencios que castigan, no hay amor que aguante. El amor no traduce automáticamente lo que sentimos. No viene con subtítulos ni telepatía incluida. Y sí, sabemos que hablar de lo que nos molesta da flojera o miedo o ansiedad, pero ¿saben qué da más miedo? Pasarse años al lado de alguien que nunca terminó de conocernos porque nunca le dijimos nada real.
Por ejemplo, si a uno le encanta el plan de Netflix y sudadera, y el otro es team antro y shots de mezcal todos los viernes, y nunca lo hablan, no es que uno tenga que cambiar por amor. Es que si no comunican sus necesidades, terminan en una guerra fría de silencios y sospechas que ni la ONU puede mediar.
Valores incompatibles: el elefante en la sala que no se arregla con besos.
Aquí se pone más denso el asunto. No estamos hablando de si prefieren pizza con piña o sin, sino de valores profundos: cómo ven la vida, qué quieren construir, qué cosas no están dispuestos a negociar. A veces se aman muchísimo, pero uno quiere hijos y el otro no. Uno es fan de la vida nómada y el otro sueña con hipotecar una casa. Uno cree en abrir la relación y el otro no tolera ni un “like” sospechoso en Instagram. Y duele, sí, pero el amor no puede hacer magia ahí.
Lo peor es que muchas veces nos aferramos con el típico: “pero es que nos amamos, algo encontraremos”. Y ese “algo” suele ser tragar frustración con sonrisas prestadas. Hay diferencias que no se resuelven, y está bien. No todo final es un fracaso, y no todo amor tiene que durar para haber valido la pena.
La rutina: ese villano silencioso que no se combate con ramos de flores una vez al mes.
¿Se han dado cuenta de cuántas parejas se quieren pero se aburren? Se quieren, sí, pero todo es tan predecible como el final de una serie cancelada. No hay más temas de conversación que qué pedir de cenar o quién saca al perro. Y aquí es donde entra la palabra mágica: reinventarse. No hablamos de hacer paracaidismo ni irse a un retiro (aunque, si se animan, cuenten cómo les fue).
Hablamos de jugar, de sorprender, de crear nuevos rituales juntos, de tener citas aunque ya vivan juntos, de contarse secretos aunque crean que ya se lo saben todo. Porque el amor sin chispa se vuelve costumbre. Y la costumbre sin intención se vuelve resignación.
Herramientas, herramientas, herramientas.
¿Aman a su pareja? Bien. ¿Y saben escuchar, negociar, poner límites, reconocer errores, acompañar sin asfixiar, crecer sin arrastrar al otro? Porque eso también es amar. Y no nos lo enseñaron en las pelis románticas, pero se aprende. Terapia de pareja, libros, podcast, talleres, pláticas incómodas con amigos sabios, lo que sea. Pero se trabaja. El amor sin herramientas es como tener una planta carísima sin saber regarla: por más que la adoren, se va a marchitar.
Sí, se puede amar y no quedarse.
Y este punto nos parte el alma, pero es verdad. Hay historias de amor hermosas que no terminan en “vivieron felices para siempre”. A veces se ama, pero se está en momentos diferentes. A veces se ama, pero no se puede construir juntos. Y no por eso fue un fracaso. El amor también sabe decir adiós con ternura. Y a veces, lo más amoroso que podemos hacer es soltar.
Así que no, el amor no lo resuelve todo. Pero no se me achicopalen. Lo que lo resuelve es el combo: amor + comunicación + respeto + sentido del humor + herramientas + ganas. Eso sí tiene futuro. Y si están leyendo esto pensando “ouch”, no es para que entren en pánico, es para que se pregunten qué tipo de amor están construyendo. Uno que sobrevive o uno que se cultiva con intención y verdad.
Porque sí, el amor es mágico, pero no es un hechizo infalible. Y está bien. Porque los amores más reales no son los que todo lo pueden, sino los que se atreven a ver(se) con los pies en la tierra.