Cosas para mejorar la relación con tu adolescente

Les vamos a dar algunas cosas para mejorar la relación con tu adolescente (Sin necesidad de terapia de grupo ni mudarnos al bosque sin wifi)

Sí, sí, sabemos lo que están pensando: “¿ mejorar la relación con tu adolescente? ¡Ja! Mucha suerte con eso.” Pero aguanten. No estamos hablando de convertirlos en monjes que agradecen por lavar los platos y leen libros de papel (¡de papel!) en lugar de scrollear eternamente en TikTok. No.Lo que proponemos es algo más realista, más pequeño y —esto es clave— muchísimo más poderoso.

Porque sí, crecer duele. Y ser adolescente hoy, en plena era de filtros, ansiedad digital y ChatGPT contestándoles las tareas, no es precisamente fácil. A veces parecen cerrados, desinteresados o directamente hostiles, pero muchas veces no es que no quieran escucharnos… es que están drenados. Exhaustos emocionalmente. Quemados, chamuscados, tostados. 

Entonces, ¿Qué hacemos? ¿Nos rendimos, levantamos una bandera blanca y les entregamos las llaves del coche aunque todavía no cumplan 16? Tampoco. La idea es más sencilla: conectar antes de corregir. Y no, no necesitas más tiempo (sabemos que nadie tiene tiempo ni para lavarse el pelo como Dios manda). Lo que necesitas es un poquito más de intención.

Acá van 5 cosas para mejorar la relación con tu adolescente y, de paso, cómo nos responden.

Cosas para mejorar la relación con tu adolescente

Mirarlos de verdad (sin el celular en la mano, sí, tú también)

Sabemos que estamos pegados al celular como si nos lo hubieran implantado. Pero cuando levantamos la vista del teléfono solo para ver si ya cargó el video de la receta de avena overnight, les estamos diciendo sin decir: “Esto es más interesante que tú.”

En cambio, si los miramos con esos ojos que dicen “te veo, te escucho, no soy un robot aunque parezca”, algo se desbloquea en ellos. No siempre hablan, no siempre sonríen, a veces siguen con cara de ese emoji indiferente que no tiene sonrisa… pero lo sienten. Lo notan. 

Un comentario sobre algo que les interesa (aunque tú no sepas quién demonios es Jungkook)

Intentar sacarles algo con la pregunta “¿cómo te fue en la escuela?” es misión imposible. Pero si de pronto les sueltas un: “¿Viste que tal grupo de k-pop anunció gira?” o “¿Ese jugador nuevo del Madrid es bueno o meh?” De repente zas, se te quedan viendo como si por fin hablaras en un idioma que sí entienden.

Lo que estás diciendo sin decir es: “No tengo idea de lo que me estás hablando, pero me importa porque a ti te importa”. Y con eso basta para que se abra un poquito una puerta. Y por ahí se cuela la conversación.

Un minuto sin pantallas antes de dormir (tooodos)

Un minuto. Solo uno. Sin “déjame solo contesto este mensaje del grupo de mamás”, sin TikTok, sin el scroll eterno. Un minuto con ellos. Al lado. En silencio. O diciendo algo básico como “buenas noches”, “te quiero”, “¿ya viste que tienes dos calcetines distintos?” No hace falta armar discursos profundos,  a veces, lo que más sostiene es ese pequeño ritual invisible que les dice: “aquí estoy, todos los días, incluso cuando estás insoportable.”

Un elogio que no tenga que ver con logros (spoiler: no todo es sacar 10)

¿Se han fijado en que la mayoría de los elogios van directo a algo que lograron: “¡Qué bueno que sacaste 10!”“¡Bravo por ganar ese partido!”.

Pero qué pasa si de pronto decimos: “Me encanta cómo tratas a tu hermana, aunque te robe los audífonos.” “Oye, qué paciencia tuviste con tu abuelo hoy. Ni yo.” Eso, señoras y señores, es oro emocional. Les decimos: “Vales por quién eres, no por lo que logras.”

Aceptar errores

Los adolescentes tienen un detector de hipocresía digno de este siglo. Si les exigimos paciencia mientras hacemos corajes porque se acabó el internet… nos cachan. Si les pedimos que hablen bien y luego les gritamos como si estuviéramos atorados en el tráfico… también nos cachan. 

Pero si de pronto decimos: “Me pasé ayer.” “Estuve injusta contigo.” “Perdón, andaba modo insoportable”… No nos van a aplaudir ni darnos un abrazo pero sí que podemos hacer que algo se mueva en ellos. Ven que crecer es difícil para todos. Que no tenemos todas las respuestas. Y que pedir perdón no te quita autoridad; te da humanidad.

Al final, esto no va de controlarlos, ni de ser sus mejores amigos, ni de volvernos expertos en gaming, K-dramas o astrología (aunque si lo intentan, igual se divierten). Se trata de estar ahí. De verlos. De recordar que, aunque a veces parezcan aliens hormonales, siguen siendo nuestros niños. Solo que más altos. Y más cínicos.

Así que hoy, antes de lanzar otra instrucción al aire como si estuviéramos gritando de ventana a ventana, probemos algo distinto: una mirada, una pregunta, un minuto. No parece gran cosa. Peeeero en su mundo emocional —ese que nadie ve, pero todo lo define— puede ser justo lo que estaban necesitando. Y créannos, eso lo cambia todo.