Esto es lo que sí deberías estar haciendo (y lo que no) a la hora de ayudar a un hijo trans.
Vamos a ser honestos desde el primer párrafo: tener un hijo trans puede sonar como entrar a un universo que no conoces, como abrir un tutorial en YouTube en otro idioma con subtítulos malos. Y aunque al principio puedas sentirte confundido o asustado (¡totalmente normal!), también es una oportunidad para convertirte en ese papá o mamá que realmente escucha, acompaña y crece junto a su hijo, sin importar qué.
En estos tiempos en los que todo se redefine —el amor, el trabajo, el género—, ser familia de una persona trans no es una misión imposible, pero sí requiere intención, paciencia y, sobre todo, muchísimo amor.
Primero lo primero: ¿Qué significa que tu hijo sea trans?
Ser trans no es una moda ni una fase, ni algo que se va a “corregir” con una buena plática o con un castigo. Se trata de que tu hijo (o hija o hije, porque sí, hay más opciones que solo A o B) no se identifica con el género que le asignaron al nacer. Punto. Su identidad no se basa en lo que tú esperabas, sino en lo que él siente, piensa y sabe de sí mismo.
Imagina vivir usando unos zapatos que no te quedan todos los días, que todo el mundo insista en que esos zapatos son los tuyos porque así “debe ser”, y que cada vez que intentas explicarlo, te miran raro o te ignoran. Bueno, ser trans puede sentirse un poco así si no hay comprensión alrededor. Por eso tu rol como mamá o papá es fundamental.
Señales que podrían indicar que tu hijo es trans
Ojalá hubiera una lista mágica como “10 cosas para saber si tu hijo es trans”, pero la realidad es más compleja. Puede que empiece a expresar incomodidad con su cuerpo, rechace ciertos pronombres o nombres, o simplemente te diga de frente lo que está viviendo (y si eso pasa, ¡qué suerte tienes!).
Lo mejor que puedes hacer es abrir la conversación. No con frases como “¿y ahora qué te dio?” sino con un simple: “Oye, te he notado diferente, ¿quieres platicar?”. El tono lo es todo.
La importancia de tu apoyo (más allá de lo que subas a Instagram)
A ver, no se trata de que vayas y compres la bandera trans en Amazon para colgarla en la sala (aunque si lo haces, cool), sino de construir todos los días un ambiente donde tu hijo sepa que puede ser él mismo sin miedo.
Estudios (y la vida misma) muestran que los chicos trans con apoyo familiar tienen menos probabilidades de enfrentar ansiedad, depresión o pensamientos suicidas. Tu amor, aunque no lo sepas expresar perfectamente desde el día uno, puede ser literalmente un salvavidas.
Cosas que sí debes hacer si tu hijo es trans
Infórmate. No necesitas un doctorado en estudios de género, pero sí es importante salirte de tu burbuja. Lee, escucha podcasts, habla con personas trans. Hay libros, documentales y recursos hechos justo para papás como tú.
Escucha sin filtro. A veces, solo necesitan decirte cómo se sienten sin que brinques con “¿pero estás seguro?” o “esto es porque tu amigo también es así, ¿verdad?”. Escuchar es un acto de amor.
Respeta su nombre y pronombres. Si tu hijo quiere que lo llames de otra forma, hazlo. Puede parecerte raro al principio, pero para él puede significar el fin del mundo si no lo haces.
No hagas el drama tuyo. Entendemos que esto puede sacudirte, pero no conviertas el proceso en un show sobre lo difícil que es para ti. Sé su apoyo, no otro obstáculo más.
Busca ayuda. No tienes que tener todas las respuestas. Hay psicólogos, terapeutas, comunidades de padres y un montón de herramientas listas para ayudarte a ti también (Juan Pablo Arredondo les puede ayudar muchísimo).
Acompáñalo en su transición, si decide hacerlo. Ya sea social (cambiar de ropa o pronombres), médica o legal, cada paso necesita que tú estés ahí. No que lo empujes, ni que lo frenes: que lo acompañes.
Tu hijo no está roto (y tú tampoco)
La narrativa de “mi hijo está pasando por algo difícil” puede ser útil, pero lo que más importa es entender que no hay nada malo con ser trans. Lo que es difícil es vivir en un mundo que aún no está preparado para tanta diversidad. Pero ahí es donde entras tú: para suavizar ese mundo, para defenderlo cuando haga falta, para que sepa que su casa es su lugar seguro.
Porque al final del día, tu hijo no necesita que seas perfecto. Necesita que estés, que preguntes, que te confundas y vuelvas a intentar. Que no lo sueltes. Y créenos: no hay acto de amor más profundo que aprender a ver a tu hijo tal como es, no como tú imaginaste que sería.