El amor no tiene edad, pero tú sí

¿Ustedes creen que el amor no tiene edad? Pues viene mi queridísima Tere Díaz a decirnos si es verdad o de plano sí se siente la diferencia y qué reglas hay que seguir. 

Para todos los que creen que el amor no tiene edad, les vamos a explicar lo que tienen que saber sobre las diferencias de edad y cómo es que pueden hacer que funcione o de plano mejor salir corriendo.

La edad y el amor

Hace años no era extraño que a las mujeres jóvenes se les casara con hombres mayores para que se hicieran “cargo” de ellas, eso cambió cuando la posibilidad de hacer elecciones de pareja desde el deseo y el amor comenzó a ser la norma.

Hoy está permitido enamorarse de quien sea, cuando sea, y como sea, por lo que es común ver parejas diversas en raza, clase, religión y orientación sexual, relaciones que antes habrían sido no solo imposibles sino reprobadas, la diferencia de edad no es la excepción.

Sea por la razón que sea –y sin ganas de agüitar la fiesta- en este momento histórico es difícil sostener relaciones de muy larga duración, y aún así la sociedad se empeña en “desahuciar” a las parejas cronológicamente distantes.

El amor no tiene edad … pero tú sí

Ahora, si ya encontraron a esta persona y es un poco más grande o más chica, tienen que seguir estos consejos para que no se agobien con esa relación que está empezando.

Dar y pedir protección. Nuestras historias de infancia, con sus carencias y sus abundancias, tienen muchos vericuetos, y sí, podríamos buscar a alguien mayor por querer en parte un padre que nos cuide o una madre que nos nutra. No es pecado buscar en la relación protección, paz, experiencia y sabiduría, alguien que nos de seguridad para hacer frente a la vida.

Las historias de pareja nos invitan a curar nuestros primeros amores: los de nuestros cuidadores primarios. ¿Está mal? Si esta decisión viene desde la conciencia y no desde la dependencia y la desesperación, se puede hacer una elección que además de arropar un pasado vivido, dé nacimiento a un buen amor.

Estabilidad económica. ¿Y qué hay de grave en buscar a alguien con suficiente estabilidad económica –no para depender (¡ojo!)- si no para sumar? Es válido no querer pasar de nuevo por penurias materiales, o bien cuidar un status adquirido. También es legítimo no querer ser proveedor y sobrecargarse de responsabilidad monetaria. Se vale recargarse temporalmente en la pareja en momentos de dificultad económica pero una dependencia económica total generará sumisiones y por tanto restará autonomía, ligereza, y a la larga, reinará la recriminación.

Juventud y madurez compartida. A veces la relación con un menor se reconecta con la vida y contagia de brío y estupor. Del mismo modo el vínculo con alguien mayor puede aportar madurez y experiencia, con espacios de solidez y paz. El reto en ambos casos será lograr en el diario vivir cierta compatibilidad en gustos, intereses, proyectos compartidos, metas de vida e ideologías en común.

No podemos a priori condenar una relación por causa de la edad, lo que sí es útil es prever el futuro. Cambiamos naturalmente al correr de los años, pero atravesar diferentes ciclos de vida acentúan más la distancia de necesidades, intereses y valores. Estas diferencias pueden atenuarse trabajando en la actitud psicológica de los enamorados: una persona joven pero mentalmente madura compagina mejor con una mayor que posee un espíritu joven y despierto.

Existen también razones “de dudosa procedencia” para convivir con alguien de lejana edad: el puro deseo de sentirse aún deseable, el temor a envejecer, la necesidad de confirmar el brío personal o de querer impresionar, así como la necesidad de crecer a saltos y brincarse procesos de aprendizaje, son razones que impulsan a elegir una relación dispar que augura poco éxito y poca satisfacción.

Lo que no se puede olvidar a la hora de escoger pareja.

No es un tema moral el tener una pareja con diferencia significativa de edad, lo que sí constituye un asunto ético es el tema de quién tiene más poder en la relación.  El poder existe, no es malo per sé; lo que sí tiene un calificativo ético es el abuso del mismo.

¿Y quién tiene más poder? La persona que tiene más recursos de todo tipo –materiales, sociales, económicos, físicos, experienciales- (en general la persona con mayor edad) quien puede por tanto gozar de mayor autonomía, moverse en más campos de acción, incluida la posibilidad de usar o someter al cónyuge que tiene menos poder.

No sobra decir que en una sociedad patriarcal, a los hombres se les conceden privilegios que a las mujeres se les niega. Por tanto, el tema de género también se juega en estas relaciones: en cuestiones de pareja una mujer será más exigida estéticamente que un hombre, sobre todo si se relaciona con un hombre menor que ella.

Además, a los hombres se les aplauden las conquistas, andar con una mujer más joven se les premia, mientras que, a una mujer, «estandarte de la maternidad y la incondicionalidad,» se le considerará acosadora o depredadora.

Por eso tiene mucho más mérito cultural para una mujer atravesar los paradigmas de género y permitirse, sin mucho embrollo, prejuicio y sacrificio estético, un amor joven en una etapa otoñal.

Lo mismo será en el tema contrario, a una mujer joven que se relaciona con un hombre mayor de mejor posición social, se le tiende a considerar interesada y «trepadora».

¿Qué puede llevar al éxito a una pareja cuyas edades son dispares?

Clarificar el proyecto de vida que quieres. Y valorar si esa persona se adecúa a él. En ocasiones el simple hecho de desear o no tener hijos puede anticipar una falta de acoplamiento. La clave está en saber si ambos buscan más una relación transgresora y diferente, o un proyecto que otorgue mucha y larga seguridad emocional.

Desafiar el “qué dirán”. A la gente no le gusta lo que no es “normal”. Capotear con gracia las críticas y depender menos de los aplausos ajenos ha de dar paso a la prioridad de construir un buen amor.

Manejar los celos. Sentando la relación en lo que tiene de único, de valioso e irremplazable, y no en los valores culturalmente ponderados como es el exceso de importancia a la apariencia física o al dinero.

Considerar los vaivenes sexuales, sabiendo que el rendimiento sexual masculino baja al paso del tiempo y el femenino tiende a aumentar. Lo cual en el caso de una mujer mayor con un hombre más joven puede ser un plus en la relación.

Armonizar las discrepancias en las necesidades, en la capacidad de tomar riesgos y en la intensidad para perseguir sueños y objetivos. Las diferencias de edad se compensan logrando la cercanía psicológica entre los amantes sin trastocar la propia integridad. Acercarse en gustos (más que en necesidades) y en significados (más que en requerimientos sociales) con flexibilidad evitará que uno solo gire en torno a la vida del otro.

Prepararse económica, psicológica, emocional y socialmente para el futuro. Elecciones de parejas dispares pueden potenciar sus dificultades cuando no se hacen desde la conciencia, el atractivo mutuo y la genuina decisión. Por el contrario, la concordancia de intereses y objetivos, así como el trabajo en la madurez personal, facilitan el disfrute y permanencia en una relación así.

En el amor la edad no es duda, si la persona es madura.