¿Eres mamá o papá de tu pareja?

¿Les ha pasado que su pareja les dice «ya pareces mi mamá/papá»? Y ustedes se ofenden y le reclaman, pero nunca se preguntan: ¿Y si tiene razón? ¿Y si efectivamente se convirtieron en su padre regañón? Mario Guerra nos dice para que descubran si están criando a sus parejas en lugar de amándolas… ¿Eres mamá o papá de tu pareja?

Parece mentira, pero dentro de una relación de pareja, muchos seguimos actuando como niños disfrazados de adultos. ¿Por qué lo digo? Porque esperamos que nos rescaten, que nos adivinen, que nos consientan… o a veces hasta nos convertimos en los padres regañones de nuestra pareja.

En la última Masterclass de parejas vi algo inquietante: personas de 40 años comportándose como adolescentes esperando que mamá les resuelva la vida, y otras convertidas en fiscales domésticos supervisando cada movimiento de su pareja. Le ponemos nombres bonitos: «es que soy muy entregada», «es que él necesita que lo cuide», «es que ella no sabe hacer esto sola».

Pero la verdad es que muchas veces no estamos amando. Estamos jugando a las casitas con versiones infantiles de nosotros mismos. ¿Qué pasa cuando una relación te obliga a crecer de verdad? Spoiler: no todos sobreviven a ese proceso. Pero los que lo hacen, descubren que el amor real no tiene nada que ver con lo que creían.

Test rápido de madurez emocional

Vamos a hacer un test rápido que te va a incomodar… pero que necesitas escuchar. Este test te ayuda a detectar cuántos elementos de inmadurez emocional hay en tu relación. Es muy sencillo: voy a leerte algunas afirmaciones. Responde Sí, No o A veces.

  1. ¿Sientes que si tú no das el primer paso, tu pareja no hace nada?
  2. ¿Regañas o corriges constantemente a tu pareja?
  3. ¿Evitas ciertos temas para que «no haya drama»?
  4. ¿Esperas que tu pareja adivine lo que necesitas sin decírselo?
  5. ¿Haces comentarios sarcásticos o humillantes a tu pareja… y lo justificas como humor?
  6. ¿Cuándo pides ayuda parece que estás reclamando?
  7. ¿Te sientes como «el adulto responsable» de la relación?
  8. ¿Tu pareja actúa como si necesitara tu permiso para hacer cosas?
  9. ¿Hablas con rodeos por miedo a que el otro se enoje o se vaya?
  10. ¿Tienes la sensación de que estás criando… no amando?
  11. ¿Hablas de tu pareja como si fuera torpe o incapaz? Por ejemplo: «es que es bien necio», «nunca pone atención», «ya sabes cómo es»…

Ahora suma tus puntos. “SÍ” vale 2, “”A VECES” vale 1 y “NO” vale cero.

  • Si sacaste de 0 a 5 puntos: Tu relación tiene una buena base adulta, aunque siempre hay áreas que revisar.
  • Si sacaste de 6 a 13 puntos: Hay varias dinámicas infantiles activas que están afectando el vínculo. Momento de poner atención.
  • Si sacaste de 14 a 22 puntos: ¡Alerta! Estás en un recreo emocional más que en una relación consciente. Es momento de madurar… juntos o por separado.

¿Te diste cuenta? Estas preguntas revelan dos cosas: o estás siendo el padre regañón de tu pareja, o estás siendo el hijo que necesita supervisión. Y ninguno de los dos roles tiene que ver con el amor adulto. Porque cuando una relación se convierte en un terreno de jerarquías emocionales, donde uno supervisa y el otro obedece, donde uno critica y el otro se justifica… ya no hay vínculo entre adultos. Hay un juego de roles que simula amor.

¿Eres mamá o papá de tu pareja?

Vamos a ver qué está pasando aquí. Sabemos que tenemos la tendencia a recrear en nuestras relaciones los roles emocionales que aprendimos de pequeños.

Imagínate que dentro de ti hay un «Departamento de Madurez Emocional». A veces está funcionando perfectamente, pero otras veces… está cerrado por mantenimiento. Y cuando ese departamento no funciona, aparecen tres personajes principales:

  1. El Niño Herido Interior Ese que necesita validación constante, que hace berrinches disfrazados de «es que me duele», que manipula con silencios o lágrimas. Su frase favorita: «Si me quisieras de verdad, sabrías lo que necesito».
  2. El Padre Crítico Interno Ese que todo lo supervisa, todo lo corrige, que cree que sin su control todo se vendría abajo. Su mantra: «Es que si no lo hago yo, nadie lo hace bien».
  3. El Adolescente Rebelde Ese que evade responsabilidades, que promete y no cumple, que necesita permiso para todo pero se molesta cuando se lo piden. Su clásico: «Ya, no me estés molestando».

¿El problema? Cuando dos personas se relacionan desde estos personajes, no hay amor adulto. Hay una obra de teatro emocional donde todos pierden. Porque ser adulto emocionalmente no tiene que ver con pagar facturas o tener trabajo. Tiene que ver con:

  • Saber qué sientes y comunicarlo sin manipular
  • Poner límites sin castigar
  • Sostener el amor sin controlar al otro
  • Pedir sin exigir, dar sin perderte

Y eso, para muchos de nosotros, es territorio completamente desconocido.

¿Por qué eres mamá o papá de tu pareja?

  • Si de niño tenías que ser «el bueno» para que te quisieran, hoy probablemente evitas el conflicto y te anulas por mantener la paz.
  • Si aprendiste que gritar o manipular funcionaba para conseguir atención, hoy quizá usas el drama como herramienta de comunicación.
  • Si tus padres te sobreprotegieron, posiblemente esperas que tu pareja adivine tus necesidades como lo hacían ellos.
  • Si te criaron con críticas constantes, hoy repites el patrón siendo el juez implacable de tu pareja.

El asunto es este: Muchos de nosotros seguimos relacionándonos desde las heridas de aquel niño de 5, 8 o 12 años que aprendió que el amor venía con condiciones, con control, con drama o con abandono. Atraemos parejas que encajan perfectamente con nuestros traumas. Si tú necesitas controlar, atraerás a alguien que necesita ser controlado. Si tú necesitas ser rescatado, atraerás a alguien que necesita rescatar.

Es como si tuviéramos un imán emocional que dice: «Busco a alguien con quien recrear mi infancia disfuncional», y cuando dos heridas complementarias se encuentran, no hacen una relación sana. Hacen heridas multiplicadas que seguro se infectan mutuamente.

¿Puede funcionar una relación así?

Vamos a ser honestos: una relación puede sobrevivir con desorden, con desacuerdos, con etapas difíciles… pero lo que NO resiste a largo plazo es la infantilización constante de uno o ambos miembros.

Cuando necesitas preguntar si «puedes» hacer algo… Cuando cada paso depende de la aprobación del otro… Cuando ya no sabes si estás en pareja o bajo supervisión… El vínculo empieza a pudrirse desde adentro.

¿Por qué? Porque el deseo no sobrevive donde hay jerarquía. No puedes desear a quien te regaña. No puedes admirar a quien supervisas como niño. El erotismo muere donde hay roles padre-hijo. Y no solo hablamos de sexo. Hablamos de admiración, de respeto, de esa chispa que hace que elijas a alguien cada día. Todo eso muere cuando uno se convierte en el cuidador y el otro en el cuidado.

¿Pueden durar?

Sí. ¿Pueden ser felices? Esa es otra historia. Porque puedes aguantar 20 años siendo el padre regañón de tu pareja. O puedes pasar décadas pidiendo permiso para existir. Pero un día despiertas y te das cuenta: no tienes un compañero de vida. Tienes un rol que interpretar hasta que la muerte los separe.

Y si hay hijos, el mensaje que aprenden es devastador: que el amor es control, que las relaciones son jerarquía, que alguien siempre manda y alguien siempre obedece. La pregunta no es si PUEDE funcionar. La pregunta es: ¿quieres vivir así?

¿Qué podemos hacer?

  1. El espejo de los 5 segundos Antes de reaccionar en cualquier conflicto, párate 5 segundos y pregúntate: «¿Desde qué edad emocional estoy a punto de responder?»

Ejemplo real: Tu pareja llega tarde.

  • Respuesta infantil: «¡Siempre es lo mismo contigo!» (berrinche)
  • Respuesta parental: «¿Por qué nunca me avisas? ¿Tan difícil es?» (regaño)
  • Respuesta adulta: «Me preocupo cuando no sé de ti. ¿Podemos acordar avisarnos?»

La magia está en esos 5 segundos que te permiten elegir desde dónde respondes.

  1. La técnica del traductor emocional Cada queja infantil esconde una necesidad adulta. Tu trabajo es traducirla:
  • «Nunca me ayudas» → «Necesito que compartamos las responsabilidades»
  • «Todo te vale» → «Me siento sola en esta relación»
  • «Eres un controlador» → «Necesito más autonomía»

Práctica: Esta semana, antes de quejarte, traduce tu berrinche a petición adulta.

  1. El acuerdo de des-parentalización Si ya identificaste que están en roles padre-hijo, necesitan un acuerdo consciente para salir de ahí:

Paso 1: Reconócelo sin culpar: «Creo que hemos caído en una dinámica donde yo superviso y tú evades».

Paso 2: Pregunta mágica: «¿Cómo sería esta situación si ambos fuéramos adultos responsables?»

Paso 3: Nuevo pacto: «¿Qué necesitas de mí para sentirte como mi igual, no como mi hijo/padre?»

  1. La prueba del respeto mutuo Durante una semana, elimina completamente:
  • Sarcasmo disfrazado de humor
  • Correcciones innecesarias
  • Tonos condescendientes
  • Explicaciones como si el otro fuera tonto

Si no puedes mantener una semana sin estos elementos… el problema es más profundo de lo que crees.

Para cerrar con broche de oro

Si te relacionas desde el miedo, el agotamiento o el sarcasmo, seguirás atrayendo dinámicas tóxicas. El amor adulto es elegir desde la fuerza, no la herida; expresar amor y desacuerdo, confiar y comprometerse sin perderse. Si tu pareja te confronta, quizás es momento de crecer, no de huir. A veces, el desarrollo personal comienza con una relación que exige madurez. ¿Estás dispuesto a ser el adulto que tu relación necesita? El amor maduro, ese sí que vale la pena.

Ahora que ya sabes si eres mamá o papá de tu pareja, obtén más contenido en mis redes sociales.