Un robot halla restos materiales en la zona donde el submarino perdido bajaba hacia el ‘Titanic’

La Guardia Costera de Estados Unidos, que coordina las tareas de búsqueda del sumergible Titán en aguas del Atlántico norte, ha informado este jueves al mediodía (hora local, seis de la tarde en la España peninsular) de que uno de los robots desplegados ha hallado restos materiales en la zona donde se encuentra el pecio del Titanic. El anuncio parece poner fin a la cuenta atrás para el rescate del pequeño sumergible que el domingo emprendió una inmersión hacia el legendario naufragio. El comunicado de la Guardia Costera convocando a una rueda de prensa tres horas después “para hablar de los hallazgos del vehículo teledirigido [de la nave canadiense] Horizon Arctic cerca del Titanic” parece el anuncio del fin, solo a la espera de confirmación de que esos restos procedan del sumergible. “Los expertos del mando unificado [de búsqueda] están evaluando la información” que proporcionan los restos, ha advertido la Guardia Costera.

Según las declaraciones que el experto en submarinismo David Mearns ha realizado a la BBC, entre los restos figuran “un bastidor o estructura de base y una cubierta trasera del sumergible”. Su información se basa en el relato proporcionado por el presidente del Club de Exploradores de Nueva York, muy vinculado a la comunidad del submarinismo y el salvamento marítimo, algunos de cuyos responsables se habían incorporado este mismo jueves a la búsqueda.

La cuenta atrás desde que el domingo desapareciera el sumergible parece llegar a su fin, casi a la vez que el aire en el pequeño habitáculo donde pasaron sus últimas horas los cinco ocupantes. El lapso estimado de supervivencia a bordo del minisubmarino Titan se cumplió teóricamente a las 7.08 de la mañana de este jueves (hora local, mediodía en la España peninsular). El habitáculo, de escasos 6,5 metros, disponía de aire respirable para 96 horas, un plazo que la víspera multiplicó las labores de búsqueda pese a la complejidad del rescate, en un área con una extensión similar a la Comunidad Valenciana o dos veces el Estado de Connecticut.

Sonidos submarinos detectados por aviones de reconocimiento el martes y el miércoles, incluidos ruidos de golpes, llevaron a reenfocar e intensificar las labores de búsqueda, aunque el análisis de esas señales no había arrojado resultado concluyente, como tampoco la actividad de un vehículo operado remotamente, o teledirigido. La Guardia Costera, que coordina el operativo, declinó el miércoles pronunciarse sobre el final de las tareas de búsqueda para rescatar a los cinco ocupantes del minisubmarino, un estadounidense, un francés y tres británicos, dos de ellos, padre e hijo, de origen paquistaní. “Mientras está en marcha una operación de búsqueda y rescate hay esperanza”, declaró el capitán Jamie Frederick, portavoz de la Guardia Costera, en Boston.

La agónica búsqueda del Titan se concentró en la zona donde se detectaron los sonidos. Aunque el portavoz confirmó que no sabían lo que significaban los ruidos, no abandonaban la esperanza de hallar el aparato y poder rescatar a sus ocupantes. De hecho, la operación de búsqueda y salvamento se amplió el miércoles, con la incorporación de buques de Canadá, Estados Unidos, Noruega, Francia y especialistas de la Armada estadounidense y de la Royal Navy, la Marina real británica.

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En total, 10 embarcaciones, apoyadas por tres aviones C-130 del ejército de EE UU, para peinar una superficie de 20.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de El Salvador, y una profundidad de casi cuatro kilómetros, mientras desde el aire aviones surcaban el cielo en busca de cualquier rastro visible o invisible. Casi 72 horas de esfuerzos contra el reloj en pos de la aventura de una compañía privada, OceanGate, sobre la que arrecian las críticas por la falta de homologación del aparato y los riesgos “de menores a catastróficos” que planteaban sus “misiones de investigación” del fondo marino, como la compañía calificaba las inmersiones, rechazando de plano la definición de turismo extremo para ricos. Cada pasajero debía desembolsar unos 250.000 dólares (unos 230.000 euros) por viaje.