“Máxima casa… de la corrupción y el abandono”

Por Lilu Martínez

La Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, la llamada máxima casa de estudios, dejó hace tiempo de ser un referente académico. Hoy, tristemente, es más conocida por sus paros, huelgas y escándalos, que por la calidad de sus egresados o sus aportes a la educación.

Solo en este año, el STEUABJO y otros sindicatos han parado actividades en repetidas ocasiones. Desde 2010, la universidad ha acumulado más de ocho huelgas, cuarenta y cinco paros de labores y más de una docena de tomas de instalaciones. En cada ocasión, miles de estudiantes quedan sin clases, sin prácticas y sin la certeza de cuándo podrán terminar su semestre.

Pero lo más grave es que, en la UABJO, la violencia también se ha normalizado. En marzo de este año, hubo una balacera en la Facultad de Economía durante la elección de directivos. En septiembre, en la Facultad de Derecho, otra vez se escucharon detonaciones de arma de fuego y una persona resultó herida. ¿Qué clase de universidad pública permite que las armas se impongan sobre el diálogo y la razón?

Y mientras esto ocurre, la rectoría parece más ocupada en los reflectores políticos que en atender la crisis universitaria. El actual rector, Cristian Eder Carreño, ha sido señalado por utilizar espacios académicos para promover eventos con tintes gubernamentales. Su antecesor terminó en prisión. Los sindicatos, por su parte, han convertido a la universidad en su campo de poder, y el gobierno estatal, en lugar de poner orden, se mete solo para hacer politiquería, sin resolver de fondo nada.

A eso se suma algo que indigna a los propios jóvenes: aunque se presume como una institución pública, entrar a la UABJO no es nada barato. Los trámites son costosos y los servicios limitados. Muchos estudiantes denuncian que el acceso a la educación en su propio estado no es realmente accesible.

Hoy la UABJO no es sinónimo de formación, sino de conflicto. De miedo. De frustración.

Y hay que decirlo claro: los sindicatos tienen derecho a exigir, pero no a secuestrar la educación. La rectoría debe rendir cuentas, no servir al poder político. Y el gobierno, si realmente cree en la educación pública, debe intervenir para rescatar la universidad, no para controlarla.

Porque si la UABJO sigue en este camino, seguirá perdiendo a sus estudiantes, que buscarán otras opciones dentro o fuera del estado.

Oaxaca merece una universidad viva, no una institución atrapada entre paros, pleitos y discursos vacíos.
Porque cuando la educación se convierte en rehén de los intereses políticos, pierde el pueblo, pierde Oaxaca y pierden nuestros jóvenes que se quedan sin la oportunidad de un mejor futuro.