Les vamos a dar la lista de los alimentos con estrógenos que deben comer en la menopausia o cuando necesiten un poco de estrógenos en la vida.
Para todas las chicas que andan en menopausia seguro viven sufriendo con los síntomas que llegan de pronto y todo por la baja de hormonas, pero ¿sabían que hay alimentos con estrógenos que pueden ayudar a que mejoren? Pues les vamos a contar todo y no dejen de compartir con sus amigas.
La menopausia y los estrógenos
Imaginemos un día cualquiera: estamos en la junta, alguien habla de métricas trimestrales y, de la nada, sentimos que llevamos un horno prendido en el cuerpo. O esa noche en la que la cama es perfecta, las sábanas limpias, el clima fresco… y aún así terminamos contando ovejas porque el sueño decidió brillar por su ausencia. No son demonios invisibles ni Mercurio retrógrado: son los estrógenos jugando a esconderse.
Lo curioso es que nadie nos preparó para esta relación tan intensa con una molécula microscópica. El estrógeno es la coreógrafa anónima de buena parte de lo que somos: desde la memoria que nos permite recordar contraseñas imposibles, hasta la libido que nos salva de convertirnos en monjas. Y cuando los niveles bajan, no solo se nota en los sofocos o la irregularidad del ciclo; se cuela en la manera en la que trabajamos, amamos y hasta nos reímos.
Los fitoestrógenos, esos impostores amables
Aquí es donde entra la botánica en escena. Resulta que las plantas han diseñado su propio truco de imitación: los fitoestrógenos. No son estrógenos “de verdad”, pero engañan lo suficiente a nuestro cuerpo para suavizar los síntomas de su ausencia.
Lo brillante del asunto es que no necesitamos convertirnos en expertos de suplementos ni dejarnos medio sueldo en pastillas milagrosas: basta con abrir la alacena.
Alimentos con estrógenos que debes comer en la menopausia
La lista sencilla (aplausos) pero respaldada por la ciencia. Aquí el truco en cómo la integramos a la vida real, esa que siempre viene con sorpresas y dosis de caos.
- Soya: no es solo tofu aburrido. Es versatil. Leche de soya en el café, edamames como snack de serie y tofu frito con chile. Los japoneses llevan siglos haciéndolo y nosotros apenas nos enteramos.
- Semillas de lino: molidas, se vuelven un polvito mágico que podemos esconder en smoothies o yogurts y nadie lo nota.
- Sésamo: lo subestimamos pero, una cucharadita de tahini (esa pasta cremosa del Medio Oriente) tiene muchísimo poder.
- Frijoles: en México los tratamos como comida de diario, pero resulta que además son microdosis de fitoestrógeno con fibra incluida. Un pozole vegetariano con frijoles en lugar de carne ya es un statement hormonal.
- Fruta seca: pasas, ciruelas, duraznos. Son como pequeños cargadores de hormonas, listos para sacarnos de un bajón energético.
- Nueces: pistaches, avellanas, castañas… las llevamos en la bolsa, en el cajón de la oficina o en el cine (de contrabando). Cada mordida es una dosis de energía.
- Garbanzo: hummus, falafel, ensaladas. Una legumbre que sabe deliciosa. De hecho, podríamos decir que el garbanzo es siempre queda bien con todo. Pruébenos lo contrario.
- Aceite de oliva y aceitunas: elegantes y necesarios. Porque ser hormonalmente responsable no significa renunciar al placer estético de un buen pan crujiente con aceite dorado. Ya se nos antojó.
Y sí, también están los brotes de alfalfa y el salvado de trigo, que suenan menos glamorosos, pero funcionan igual.
Comer estrógenos no es misión imposible
La cuestión es que no hace falta obsesionarse. Nadie necesita un altar de linaza en la cocina ni vivir a base de hummus. Se trata de meter estas opciones en la rutina y fingir que siempre estuvieron ahí.
Una nota necesaria
Claro que hay límites. La dieta ayuda, pero no reemplaza a la medicina. Si los síntomas son intensos como sofocos que parecen incendios, insomnio que ni tres temporadas de series eternas, toca hablar con un médico. Nadie gana puntos por aguantar el malestar como heroína trágica de novela turca.
El estrógeno no es solo un asunto “biológico”. Es un recordatorio de lo profundamente conectados que estamos con lo que comemos, con cómo vivimos y con lo que sentimos. Comer fitoestrógenos no es solo un tip de revista de salud; es casi un acto político. Es recordarnos que tenemos opciones, que no dependemos únicamente de recetas carísimas o discursos médicos que muchas veces ni se molestan en escuchar cómo nos sentimos.
Así que la próxima vez que nos pregunten por qué pedimos hummus extra, podemos contestar “no es para mí, es para mis hormonas”.