Por Lilu Martínez
Hoy quiero hablar de un tema que, lamentablemente, se repite cada año y parece que seguimos sin aprender del todo: la prevención y la responsabilidad en materia de Protección Civil.
Las lluvias recientes han provocado una verdadera tragedia en Veracruz y en otros estados del país.
Imágenes de comunidades bajo el agua, familias que lo perdieron todo, caminos destruidos, cultivos arrasados.
Y entre toda esa emergencia, lo que más ha llamado la atención en redes son los videos de la presidenta recorriendo las zonas afectadas… pero observando desde una camioneta, sin bajarse, sin mojarse los pies.
Y claro, mucha gente ha salido a decir: “ella no tiene la culpa de la naturaleza, no puede controlar las lluvias ni los ríos”.
Y sí, tienen razón: no es su culpa. Nadie puede detener un huracán o una tormenta.
Pero lo que sí es responsabilidad del gobierno —de todos los niveles, desde el federal hasta el municipal—, es prevenir, atender con rapidez y proteger a la gente cuando se sabe que hay riesgo.
Porque el reclamo de la población no es que llueva, sino que no se actuó a tiempo.
Si ya se veía que el río iba creciendo, si los reportes advertían un incremento en el nivel del agua, ¿por qué no se evacuó? ¿Por qué no se prepararon albergues, rutas seguras, alertas tempranas?
Ahí está la omisión del Estado, y por supuesto que el reclamo ciudadano es completamente válido.
Y no es un tema nuevo. Cada año, cuando vienen los temporales, pasa lo mismo: autoridades que reaccionan después del desastre.
Fotos, discursos, promesas, y al final, la gente vuelve a reconstruir sus casas con lo poco que le queda.
Ahora, si volteamos hacia nuestro estado, Oaxaca, la historia no es muy distinta.
Aquí también enfrentamos lluvias, deslaves, inundaciones… y lo más preocupante es que muchos municipios no cuentan con una estructura real de Protección Civil.
Algunos presidentes municipales ni siquiera tienen brigadas organizadas, ni protocolos, ni herramientas básicas.
Y no es porque no haya recursos. Lo hay. Pero en muchas comunidades, no se utiliza como debería.
Y aquí quiero ser muy clara: pareciera que para varios municipios es más importante apartar el dinero para las fiestas patronales que para la prevención de desastres.
Porque, dígame usted, ¿cuándo ha visto que se cancele una fiesta por falta de recursos?
Por más humilde que sea la comunidad, cada año hay fiesta, hay música, hay pirotecnia.
Pero para arreglar el camino de acceso, para reforzar los techos de la escuela, para comprar una motobomba o capacitar a la gente… ahí sí, nunca hay presupuesto.
Y no se trata de decir que no haya fiestas —porque las fiestas también son parte de nuestra identidad, de nuestra cultura—, pero debería haber un equilibrio.
La prevención salva vidas, y muchas veces no se entiende hasta que la tragedia llega a la puerta.
Por eso, este tema nos involucra a todos.
No podemos seguir señalando únicamente a las autoridades; también tenemos que asumir responsabilidad como sociedad.
Debemos exigir que se cumpla con la función de Protección Civil, pero también participar, informarnos, estar atentos.
Si sabemos que hay un río cerca, que hay lluvias fuertes, que la tierra se reblandece, no esperemos a que llegue la emergencia para pedir ayuda.
La prevención no vende titulares, no genera aplausos, pero es lo que verdaderamente salva vidas.
Y mientras no entendamos eso, mientras sigamos gastando más en fuegos artificiales que en capacitación o equipamiento, seguiremos viendo estas historias repetirse una y otra vez.
Así que sí, la presidenta no tiene la culpa de la lluvia.
Pero tiene la responsabilidad de proteger a su gente.
Y también nosotros, como ciudadanos, tenemos la obligación de hacer conciencia y exigir acciones preventivas.
Porque la próxima inundación, el próximo derrumbe o el próximo deslave, no se van a detener con discursos…
se detendrán con planificación, con recursos bien usados y con voluntad real de proteger la vida.