¿Informe o espectáculo político?

Por Lilu Martínez

Este fin de semana, los legisladores de Oaxaca decidieron rendir su “informe de actividades” en la Alameda de León. Sí, en pleno corazón de la ciudad, como si se tratara de una gran fiesta política. Y digo “fiesta”, porque más que un acto de rendición de cuentas, esto se ha convertido en un espectáculo vacío, lleno de porras, de acarreados y de aplausos a modo.

Esta práctica, adoptada del estilo presidencial que inició López Obrador y hoy continúa Claudia Sheinbaum, parece más un ejercicio de promoción personal que un verdadero compromiso con la ciudadanía. Porque, seamos honestos, ¿quién en Oaxaca conoce realmente a sus legisladores y legisladoras? No se trata de ignorancia ciudadana, sino de ausencia política. No se les ve en sus distritos, no se les ve gestionando, no se les ve acompañando a la gente. Se les ve, eso sí, en eventos oficiales, en la pasarela junto al gobernador, exhibiéndose en fotografías, pero sin dejar huella en el trabajo legislativo.

¿Cuántas iniciativas relevantes han presentado? ¿Cuántos resultados concretos han dejado? Ninguno que trascienda. Lo que sí saben hacer muy bien es calentar la silla y alzar la mano cuando el partido lo ordena.

Y uno se pregunta: ¿por qué hacer este evento en la Alameda? Para eso existe el recinto legislativo, recién remodelado, por cierto, con millones de pesos del erario. Pero no, prefirieron venir al centro, cerrar calles, destruir la cantera, solo para montar su espectáculo político. ¿De qué están hechos estos personajes? ¿En qué momento se perdió la vergüenza política en Oaxaca?

Muchos de ellos llegaron con un discurso de cambio, de transformación, de cercanía con el pueblo. Hoy, viven como nuevos ricos, olvidaron la sencillez y la dignidad. Aquí los conocemos, sabemos quiénes son, de dónde vienen y cómo han llegado. Y el pueblo, aunque muchos no lo crean, tiene memoria.

Lo más triste es ver cómo se han ido apropiando de los partidos, de las instituciones, de los puestos clave. Familias enteras repartiéndose el poder como si fuera herencia. Y lo peor: sin preparación, sin resultados, sin compromiso. Si al menos trabajaran, si al menos demostraran que su cargo es fruto del esfuerzo y no del apellido… pero no. Lo único que demuestran es que les interesa seguir viviendo del presupuesto.

Y mientras tanto, Oaxaca paga las consecuencias. Cada funcionario corrupto, cada político improvisado, cada decisión tomada desde el interés personal, es un paso más hacia la destrucción de nuestro estado.

Por eso, ciudadanas y ciudadanos, ojalá que no sigamos prestándonos a esta farsa. Tengamos dignidad. No vendamos nuestra voluntad por una gorra, por una torta o por una promesa vacía. Querámonos un poco más. Pensemos en nuestros hijos, en quienes vienen detrás de nosotros.

Necesitamos una ciudadanía más informada, más crítica, más responsable. Una ciudadanía que no se arrodille ante el poder, que entienda que nadie está por encima del pueblo, y que el respeto se gana con trabajo y honestidad.

Porque hoy, esa clase política que se pasea por la Alameda, está muy lejos de merecer el respeto de Oaxaca. Y solo de nosotros depende cambiar esa historia.

Y recuerde: el cambio no vendrá de ellos… el cambio empieza por nosotros.