Marisa Gallardo, Coach Ontológica, les dejo este test para que puedan ver si sus emociones las tienen secuestradas y cómo hacerle para sentir todo lo que están pasando en la vida.
Tomen nota y respondan con verdad estas preguntas para saber si sus emociones las tienen secuestradas y si cachan alguna incomodidad, no dejen de ir con un especialista.
Test: ¿Qué emoción tienes secuestrada?
Instrucciones: Contesta sinceramente. Elige la opción que más se parezca a ti en cada pregunta.
Cuando te enfrentas a un conflicto con alguien cercano…
- a) Me paralizo, me da miedo decir lo que pienso.
- b) Exploto, luego me arrepiento.
- c) Me echo la culpa. Seguro hice algo mal.
- d) Me alejo, me cierro y no hablo más.
- e) Actúo como si no pasara nada, pero me quedo rumiando por dentro.
En tu diálogo interno, predomina algo como…
- a) “¿Y si no sale bien?”
- b) “No se vale que me hagan esto”.
- c) “Otra vez lo arruinaste”.
- d) “Mejor sola, así no me lastiman”.
- e) “No tengo tiempo para sentir, tengo que seguir”.
Una situación cotidiana que te detona emocionalmente es…
- a) Que alguien te grite o critique.
- b) Que no hagan las cosas como tú quieres.
- c) Que no reconozcan tu esfuerzo.
- d) Que alguien se aleje sin explicación.
- e) Que te obliguen a parar y descansar.
¿Qué frases se parecen más a algo que dirías tú?
- a) “Yo no soy buena para tomar decisiones.”
- b) “Me cuesta muchísimo perdonar.”
- c) “No importa cuánto lo intente, nunca es suficiente.”
- d) “No quiero encariñarme mucho, luego desaparecen.”
- e) “No tengo tiempo para sentirme triste, tengo mil pendientes.”
Cuando alguien te dice algo que te duele, ¿cómo reaccionas?
- a) Me callo aunque por dentro me sienta fatal.
- b) Respondo con dureza, aunque después me pese.
- c) Me siento culpable por sentirme mal.
- d) Me aíslo, evito a la persona.
- e) Lo racionalizo, hago como si no me hubiera afectado.
Cuando cometes un error…
- a) Me frustro y me cuesta seguir adelante.
- b) Busco a quién culpar (aunque sea mentalmente).
- c) Me siento mal conmigo por días.
- d) Me retraigo, dejo de intentar.
- e) Me convenzo de que «todo pasa por algo» y lo ignoro.
¿Qué opinas de mostrar vulnerabilidad ante otros?
- a) Me da miedo que me vean débil.
- b) Solo muestro si estoy muy enojada.
- c) Prefiero no hacerlo, no quiero cargar a nadie.
- d) Me hace sentir incómoda, prefiero guardármelo.
- e) ¿Vulnerabilidad? Eso no se me da, yo resuelvo sola.
¿Cómo manejas los cambios inesperados?
- a) Me estreso y dudo de mis decisiones.
- b) Me molesta que no salgan las cosas como yo quería.
- c) Siento que hice algo mal para merecer esto.
- d) Me desconecto emocionalmente.
- e) Me enfoco en seguir adelante aunque no entienda nada.
Cuando tienes un logro importante…
- a) Dudo si realmente lo merezco.
- b) Me enfoco más en lo que faltó.
- c) Me cuesta compartirlo, siento que no es para tanto.
- d) Me da miedo que no se repita.
- e) Me pongo la siguiente meta sin celebrarlo.
¿Qué es lo que más te cuesta decir?
- a) “Tengo miedo.”
- b) “Esto me dolió.”
- c) “Necesito ayuda.”
- d) “Te extraño.”
- e) “Estoy cansada.”
RESULTADOS
Mayoría A: Miedo secuestrado
- Tu miedo está arrastrándote.
- Te cuesta poner límites, confiar en ti y tomar decisiones. La parálisis emocional puede vestirse de “prudencia”, pero en el fondo hay una vocecita que no se siente segura.
- Ejemplo: Postergas proyectos importantes porque “todavía no estás lista”.
Mayoría B: Ira secuestrada
- Tu enojo está mal canalizado o enterrado.
- Te explotas en momentos inesperados o lo tragas para “mantener la paz”.
- Ejemplo: Te molesta profundamente que no valoren tu trabajo, pero te lo callas… hasta que un día revientas por algo mínimo.
- OJO: La ira no es mala, es una brújula. El problema es no saber usarla.
Mayoría C: Culpa secuestrada
- Sientes que todo es tu responsabilidad.
- Te cuesta reconocer tus logros y perdonarte tus errores.
- Ejemplo: Aunque te feliciten, tú solo piensas en lo que “pudiste haber hecho mejor”.
- Trabajar tu merecimiento puede ayudarte a soltar esta culpa tóxica.
Mayoría D: Tristeza secuestrada
- No te das permiso de sentir lo que duele.
- Evitas el apego por miedo a la pérdida.
- Ejemplo: Cuando algo te conmueve, cambias de tema, haces chistes o te ocupas.
- OJO: La tristeza no es debilidad. Es sanadora si se permite.
Mayoría E: Exigencia secuestrada (sí, también es una emoción escondida)
- Tu exigencia oculta una tristeza o miedo no mirado.
- Haces, haces, haces… porque si paras, te derrumbas.
- Ejemplo: Te sientes culpable si descansas. Te cuesta disfrutar.
- Tu valor no está en tu productividad. Está en tu presencia.
¿De qué estamos hablando?
A lo largo de nuestra vida aprendemos a adaptarnos para sobrevivir emocionalmente. Y en ese proceso, sin darnos cuenta, vamos guardando emociones en cajones secretos. Las escondemos, las racionalizamos o las evitamos… creyendo que así somos más fuertes. Pero lo que no sentimos, no desaparece. Se esconde. Y desde ahí, nos maneja. ¿Cuál es esa emoción que tienes secuestrada? Esa que no te permites sentir, pero que te está saboteando por dentro.
¿Qué significa tener una emoción secuestrada?
Es una emoción que en algún momento decidiste no sentir completamente. Tal vez porque te dolió mucho. Tal vez porque no te sentías segura. Tal vez porque alguien te enseñó que “no era correcto” sentir eso.
Pero cuando no le das espacio a una emoción, no se va, solo se congela… y desde ahí comienza a afectar tus decisiones, tus relaciones y tu manera de ver la vida.
¿Por qué las secuestramos?
Porque cuando éramos pequeñas, vulnerables, aprendimos que algunas emociones eran peligrosas:
- El miedo te hacía ver débil.
- El enojo te hacía ver agresiva.
- La culpa te hacía sentir mala persona.
- La tristeza molestaba a los demás.
- La exigencia se confundía con valía.
- Y así, sin querer, comenzamos a tragarnos lo que sentíamos.
¿Dónde y cuándo aparecen?
En los momentos clave:
- Cuando quieres tomar una decisión.
- Cuando vas a terminar una relación
- Cuando emprendes algo nuevo.
- Cuando alguien te lastima.
- Cuando necesitas descansar.
Ahí aparece la emoción secuestrada… y toma el volante.
¿Qué emoción estás secuestrando tú?
Miedo: la emoción silenciada por excelencia. El miedo mal entendido se vuelve parálisis. Si lo tienes secuestrado, probablemente:
- Pospones decisiones importantes.
- No confías en tu intuición.
- Necesitas aprobación constante.
Ejemplo: Quieres cambiar de trabajo, pero algo te dice: “¿Y si no puedes?”, “¿Y si no eres suficiente?”.
Cómo liberarlo: El miedo no se vence con fuerza, se calma con presencia. Mírale a los ojos. Escríbele una carta. Pregúntale qué quiere proteger en ti.
Ira: la emoción que nos enseñaron a temer
Especialmente a las mujeres, se nos enseñó que el enojo era “poco femenino”. Pero la ira no es mala. Es una señal de que algo te está doliendo o es injusto. Si la tienes secuestrada, probablemente:
- Explotas en momentos injustificados.
- Guardas resentimiento.
- Te cuesta poner límites sanos.
Ejemplo: Te enoja que tu pareja no te escuche, pero en vez de decirlo, haces sarcasmo o te alejas en silencio.
Cómo liberarla. Reconoce que el enojo te protege, reacciona cuando sientes que te están haciendo una injusticia. Escríbelo, exprésalo en movimiento (bailar, boxear, gritar en un cojín). Y después, tradúcelo en claridad.
Culpa: la emoción que desgasta el alma
La culpa te hace sentir que siempre estás quedando mal con alguien, o contigo. Si la tienes secuestrada:
- No puedes disfrutar sin sentirte mal.
- Te sobrecargas para “compensar”.
- Te cuesta poner límites porque “qué van a pensar”.
Ejemplo: Dices que sí a todo aunque estés agotada, porque si dices no, te sientes mala amiga, mala hija, mala persona.
Cómo liberarla: Reescribe tus creencias. No eres egoísta por cuidarte. No estás en deuda con el mundo. Pregúntate: “¿Esta culpa es mía… o aprendida?”
Tristeza: la emoción más incomprendida
Vivimos en una cultura que premia la sonrisa y castiga la pausa. Pero la tristeza no es debilidad. Es el cuerpo diciendo: «necesito soltar algo que dolió.” Si la tienes secuestrada:
- Te cuesta llorar.
- Rellenas tu agenda para no sentir.
- Te alejas de la gente que te hace recordar.
Ejemplo: Terminas una relación y al día siguiente ya estás saliendo con alguien más o llenándote de pendientes.
Cómo liberarla: Abrázala. No la racionalices. Permítete llorar, escribir, hablar de lo que fue. La tristeza no te va a romper, te va a limpiar.
Exigencia: la emoción travestida de productividad
Mucho de lo que llamamos “disciplina” o “ambición” en realidad es una tristeza no reconocida… y un miedo a no valer si no haces. Si la tienes secuestrada:
- No puedes parar.
- Te sientes culpable si descansas.
- Te defines por lo que logras, no por lo que eres.
Ejemplo: Sientes ansiedad si no haces algo “productivo” cada hora del día. Hasta descansar te estresa.
Cómo liberarla:
- Reconecta con tu valor inherente. Eres suficiente incluso cuando no haces nada.
- Practica momentos de “no hacer”. Observa qué emociones emergen cuando te detienes.
Entonces…
Sanar no es dejar de sentir. Es aprender a sentir sin miedo. La próxima vez que sientas que estás estancada, pregúntate: ¿Qué emoción estoy evitando? ¿Qué parte de mí necesita ser mirada con compasión? No se trata de evitar lo que duele. Se trata de darle lugar, comprenderla y averiguar de dónde viene para poder darle salida.
Especialista: Marisa Gallardo. Coach ontológico y conferencista. Autora de “El libro con Alas” y «Spa para el Alma». Tiene una trayectoria de varios años dedicados al estudio de la mente y el comportamiento humano.